La concentración de Faro será muy famosa, estará muy bien organizada y con unos conciertos de primera pero a mi no me gusta. Que le voy a hacer. El caso es que, casi llegando la fecha se nos viene a la cabeza. ¿Qué hacemos con Faro? ¿Vamos? ¡Pues yo solo voy si vamos en las clásicas!. Dicho y hecho. A Adolfo no hay que insistirle demasiado para que se apunte.
¡¡Y nos fuimos para Faro!!. Sí señor. ¡Quien dijo miedo! ¿A 1.300 km de nada?... A lomos de una Ducati Strada 250 del año 80 y una Lambretta 150 de 1966.
Aquí la 1º foto con la moto cargada. Preparada para la primera jornada hacia la casa del amigo Adolfo, dos cientos y pocos km.
Aprovechando una cola a la altura de Guadix para echar una fotillo.
Y a la mañana siguiente bien tempranito con las dos máquinas en perfecto estado de revista ponían rumbo oeste.
Durante el camino eran muchísimos los que se acercaban a ver las motos y a interesarse por nuestro viaje, de donde habíamos salido, años de las motos, etc. Y muchos más fueron los que nos pitaban al adelantarnos y nos saludaban efusivos haciendo aspavientos, levantando el pulgar, etc. Una pasada.
Y las motos a lo suyo. Haciendo amigos y contando peripecias. Diciendoles al resto del mundo que nunca se habían aventurado a ir tan lejos, pero que les estaba encantando el camino.
Hasta que llegamos a la frontera y nos hacemos una foto obligada en el cartel.
Hasta que llegamos a las puertas y a palmar inscripción. Ya podían dejarnos entrar aunque solo fuera por el mérito de las motos.
Y aquí algunos de los enjendros que vimos por alli, que es lo más característico de esta concentración.
Por la noche decidimos salir a la ciudad a cenar. Y la verdad, no en muy bien momento. Adolfo se sentía mal y a la vuelta a la concentración fue a ver al médico que le dijo que tenía una fiebre bastante hermosa. Una pastillica y a dormir. Que le vamos a hacer. A escuchar los conciertos desde las tiendas, que tampoco está nada mal.
Al día siguiente, aunque era sábado y se suponía el día fuerte, nosotros que ya habíamos visto lo visible y habíamos comprado lo poco que nos interesaba, cogimos de nuevo la carretera de vuelta.
Y a poco a poco, sintiendo cada uno de los kilómetros recorridos volvimos sanos y salvos.